20090115
Dubai ó El arte de destruir ciudades ( II )
Casi olvidadas ya las consecuencias de la teorías de Rossi y sufriendo aun en nuestras ciudades las depravadas pretensiones de sus seguidores, que se esfuerzan continuamente en convertir la ciudad en un catálogo de edificios neo-históricos, Koolhaas siguió proclamando el crecimiento libre de la ciudad.
El crecimiento libre de la ciudad no consiste en el libre albedrío, sino en desarrollar una serie de nodos principales que sean los que sostienen el trazado metropolitano y que son focos de atracción y nodos de intercomunicación de la nueva ciudad.
Es en este momento donde la arquitectura deja de ser bella para convertirse en útil. Dejan de existir edificios, calles y símbolos para empezar a nacer nodos, redes wi-fi y mecanismos de control. La ciudad ha pasado de ser real y sensorial a estar definida mediante fronteras virtuales. Un ejemplo de ello es el trabajo del arquitecto José Pérez de Lama y su proyecto FADAIAT (libertad de movimiento/libertad de conocimiento).
El proceso de construcción de la nueva ciudad del siglo XXI empieza por proyectar los contenedores que permitan albergar las causas y consecuencias físicas y sensoriales de los proyectos virtuales.
En la mayoría de los casos y dado que estos proyectos surgen como consecuencia de una experimentación puntual en espacio y tiempo, los contenedores suelen ser elementos efímeros, arquitecturas emergentes y volátiles en el tiempo. De esta manera, aunque el proceso y su consecuencia han permanecido, el espacio físico se desvanece. Sin embargo en procesos arquitectónicos de mayor envergadura los espacios físicos se conservan. De hecho no solo se conservan sino que son proyectados como arquitecturas permanentes y supuestamente atemporales.
Estas arquitecturas son las que permiten una conexión espacio temporal cada vez más rápida, albergando por y para “disfrute” de los ciudadanos una cantidad de información cada vez mayor. La posibilidad de acceder a cualquier información en cualquier momento, nos hace disfrutar de cualquier lugar como si estuviéramos en nuestro propio hogar. Por lo tanto el concepto de hogar como espacio donde la familia o un grupo de personas
viven juntas pasa a convertirse en espacio donde un grupo de personas disfrutan de los mismos intereses.Es por ello que nacen los foros, comunidades y chat en Internet.
De manera que si somos capaces de crear contenedores que alberguen estos hogares virtuales y somos capaces de interconectar espacialmente esos contenedores estaremos construyendo la ciudad del siglo XXI.
Pero si las ventajas de esta ciudad son apreciables a simple vista, las consecuencias todavía no son tan evidentes. Entiendo que no lo son porque el hiperdesarrollo técnico, la velocidad de la información y el efímero disfrute del ocio que proporciona la nueva ciudad están acabando con el concepto espacial y sensorial de la ciudad. Mientras la tecnología albergada dentro del contenedor sea de primer nivel, no importará la calidad del objeto continente. Por eso las ciudades cada vez mas se (re)llenan de contenedores repletos de información pero vacíos de arquitectura (…)
Mientras continuo con la tercera y última parte, les dejo con un párrafo pixelado del texto de Álvaro de los Ángeles, “Ficción de la política, realidad del arte. Valencia como caso de estudio” de la revista LARS nº10. Pueden descargar el texto íntegro en este enlace.
“Frente al desorden de lo real, el orden de lo imaginario. Conforme las ciudades completan su proceso transformador, generan en tiempo real una memoria urbana que permite en el visitante y turista retener y sintetizar una imagen representativa, almacenada por cientos en las tarjetas de memoria de sus cámaras digitales. Cada vez más los hitos arquitectónicos de las ciudades surgen de la transposición a escala monumental de virtualidades en 3D donde la informidad de lo urbano no afecta ni crea conflictos, pues no existe; donde no se alteran presupuestos pre-fijados ni se contabilizan los costes de mantenimiento de sus aristas renderizadas y sus colores o brillos impolutos. Se consiguen generar ciudades de ficción dentro de cuyos límites es necesario vivir una vida de ficción que tienen en las sonrisas perennes su principal fuente de nutriente. Todo ello retransmitido en vivo para millones de ciudadanos que tal vez deseen, por un momento, habitar la ficción publicitaria que aparece ante si”.
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