Es curioso que mientras los edificios históricos se disfrazan de modernos, la arquitectura contemporánea se travista de antigua. Probablemente ninguna de las dos opciones sea la forma correcta de abordar la construcción de la ciudad del siglo XXI. Si bien es cierto que estas situaciones son frecuentes, principalmente, en ciudades europeas que sufrieron en sus calles el ser focos metropolitanos en el pasado. De hecho prácticamente toda Europa se disfraza de modernidad y en la búsqueda continua de renovación hipócrita, dado que quiere seguir siendo un mito de la antigüedad, es capaz de insertar en sus ciudades históricas diversos focos de destrucción arquitectónica.
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En este intento de búsqueda de si misma, en Europa no se destruye nada, porque pretende re-construirse, sin embargo sólo las ciudades donde esa reconstrucción ha sido real, porque en su momento se alzaron sobre una tabula rasa, han sido capaces de encontrar ese equilibrio que les permite ser ciudades del siglo XXI. Berlín y Rótterdam tras la 2ª GM y Barcelona, gracias a llevar al ensanche, son claros ejemplos de esa evolución natural que de forma darwiniana permite a la ciudad crecer dejando atrás la arquitectura mas débil y desarrollarse a partir de las arquitecturas mas evolucionadas, independientemente del momento de su construcción. Edificios históricos conviviendo simbióticamente con los máximos exponentes de lo contemporáneo, quizás porque se mueven en un conglomerado de modernidad constante.
Probablemente después de Aldo Rossi no se conciba la ciudad sin historia, aunque quizás mucha gente viva sin historia sin inmutarse. Por eso la ciudad debe afrontar la globalidad desde lo local. La ciudad darviniana es capaz de seguir mutando pero siempre es consciente de su historia y no solo no la cambia, sino que la utiliza en su desarrollo sin pagar a cambio el precio de convertirse en su esclava.
La ciudad travestida, por el contrario, no evoluciona de forma natural. Mientras en la ciudad del siglo XXI los edificios se renuevan como los bosques, es decir, eliminando los árboles defectuosos y aprovechando el lugar que dejan para plantar uno nuevo, en la ciudad travestida, los árboles antiguos y enfermos se disfrazan de nuevos. Se disecan por dentro, muriendo definitivamente y se pintan por fuera. La arquitectura travesti funciona así. Intenta simular situaciones y confunde al ciudadano, el cual cree que vive la ciudad moderna, mientras disfruta de una fiesta de disfraces.
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